Madeleine J. ingreso en el hospital en 1980 a la edad de sesenta años. Tenia ceguera con parálisis cerebral y la habían cuidado durante toda su vida.
Al conocerla el doctor Sacks se dio cuenta de que era mujer culta y no con cierto retraso como el pensaba. No sabia Braille, en si no entendía porque no era capaz de utilizar las manos y pensó que quizás al haberla atendido durante toda su vida no tuvo la necesidad de utilizar las manos, los brazos en si.
Sacks llego a la conclusión de que la habían impedido explorar el mundo con sus propias manos en las primeras semanas y meses de vida, y se preguntaba si a la edad de sesenta años seria capaz de obtener esa percepción en las manos.
Como con un niño pequeño poco a poco la alejaban un poco la comida sin matarla de hambre y un día extendió su brazo y cogió un corrusco de pan, empezó a identificar cosas, a aprender como eran los distintos objetos cotidianos y con el tiempo a poder caracterizar a la gente.
Sus manos llegaron a estar cargadas de una sensibilidad y animación inexplicables.
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