En el capítulo diez el Dr. Sacks hablaba del síndrome de Tourette qie
tenía Ray, en ese capítulo nos decía que algunas personas pueden estar
hasta poseídos por este síndrome, estas personas apenas serían capaces
de integrar una identidad real en medio de la presión y el caos
tremendos de los impulsos tourétticos. En este capítulo vamos a hablar
del síndrome de Tourette pero en una forma más avanzada, más fuerte, es
el síndrome de supertourette.
Esta forma del síndrome cuando
posee a una persona desintegra su personalidad y la conduce a una forma
extraña, fantasmagórica, pantonímica y con frecuencia imitativa de
«psicosis» o frenesí. Esta forma del síndrome es muy rara, no se da
tanto como la forma base/original de este síndrome. Se distingue en su
fenomenología y su psicología subyacente, y exclusiva. Guarda afinidades
con las psicosis motoras frenéticas que a veces provocan la L-Dopa y
con los frenesís confabulatorios de la psicosis de Kornakov. Todos estos
trastornos pueden casi aplastar a una persona.
Por la calle el
Dr. Sacks vio a más de una persona que no sólo tenía tics y convulsiones
del movimiento (tourette) sino tics y convulsiones de la percepción, la
imaginación, las pasiones…de toda la personalidad (supertourette).
A
estas personas no se les podía ver en una clínica porque allí no se
podía observar un trastorno que, aunque de origen orgánico, se expresa
en impulso, imitación, personificación, reacción, interacción, llevados a
un extremo y a un grado casi increíbles; la clínica es adecuada para
una neurología sistemática y científica, reducida a tareas y pruebas
fijadas. Se les tiene que observar en la calle.
La «neurología
de la calle» tiene antecedentes respetables. En la calle fue donde James
Parkinson descubrió la enfermedad que ahora lleva su apellido, ésta se
debe de observar en la calle.
Al tratar a Ray, el Dr. Sacks veía a
mucha gente por las calles de Nueva York, gente que padecía lo mismo
que Ray. Pronto recordó a una viejecilla que parecía ser el centro de un
alboroto, esta anciana tenía unas convulsiones increíbles. El Dr. Sacks
se acercó, aquella anciana estaba imitando a todos los transeúntes,
captaba a todas las personas y las caricaturizaba, adoptaba y asimilaba
las características y las remedaba. Aquella mujer que imitaba a todos
los que pasaban por la calle perdía su yo, se convertía en nadie. La
anciana se fue a una calle donde apenas pasaba gente y allí vomitó las
identidades engullidas de las últimas cincuenta personas que le habían
poseído en tan solo diez segundos, al Dr. Sacks le sorprendió bastante,
nunca había vivido algo parecido y este hecho le fue de gran ayuda.
Una
persona que padece tourettismo percibe su desdicha con una agudeza
aplastante y quizás irónica, aunque puede que sea incapaz de hacer algo
al respecto, a esta persona la arrastra el impulso extravagante, se ve
arrastrado a una situación ambigua con su trastorno.
El ego de
una persona que padece Tourette se halla sometido a un bombardeo que
dura toda la vida por no tener un yo. Se ve seducido, asaltado, por
impulsos que vienen de dentro y de fuera, estos impulsos son orgánicos,
convulsiones, pseudopersonales y seductores. Aunque esa persona logre
mantenerse completa y soberana, aunque se vea arrebatada, poseída y
desposeída por todos los impulsos y las necesidades primordiales, tiene
una presión fisiológica, existencial, casi teológica, que pesa sobre el
alma de la víctima del tourettismo.
Para Hume la identidad
personal es una ficción: no existimos, no somos más que una sucesión de
sensaciones o percepciones, esto no se cumple en una persona normal
porque éste posee sus propias percepciones pero si es aplicable a un ser
tan inestable como el que padece supertourettismo, cuya vida es una
sucesión de movimientos y percepciones convulsivos o imprevisibles, una
agitación fantasmagórica sin centro ni sentido alguno. En ese aspecto el
paciente del síndrome de Tourette es un ser «humeano» más que humano, es decir, un ser insensato, absurdo que es lo que significa humeano.
La
víctima del supertourettismo se ve obligada a luchar para
sobrevivir…para convertirse en un individuo, y sobrevivir como tal,
frente a un impulso constante. En la mayoría de los casos la víctima lo
consigue… pues la capacidad de supervivencia, la voluntad de sobrevivir
es la más fuerte de nuestro yo. La salud, la salud militante, es la que
finalmente triunfa.
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