viernes, 1 de marzo de 2013

Capitulo 14: Los poseídos

En el capítulo diez el Dr. Sacks hablaba del síndrome de Tourette qie tenía Ray, en ese capítulo nos decía que algunas personas pueden estar hasta poseídos por este síndrome, estas personas apenas serían capaces de integrar una identidad real en medio de la presión y el caos tremendos de los impulsos tourétticos. En este capítulo vamos a hablar del síndrome de Tourette pero en una forma más avanzada, más fuerte, es el síndrome de supertourette.
Esta forma del síndrome cuando posee a una persona desintegra su personalidad y la conduce a una forma extraña, fantasmagórica, pantonímica y con frecuencia imitativa de «psicosis» o frenesí. Esta forma del síndrome es muy rara, no se da tanto como la forma base/original de este síndrome. Se distingue en su fenomenología y su psicología subyacente, y exclusiva. Guarda afinidades con las psicosis motoras frenéticas que a veces provocan la L-Dopa y con los frenesís confabulatorios de la psicosis de Kornakov. Todos estos trastornos pueden casi aplastar a una persona.
Por la calle el Dr. Sacks vio a más de una persona que no sólo tenía tics y convulsiones del movimiento (tourette) sino tics y convulsiones de la percepción, la imaginación, las pasiones…de toda la personalidad (supertourette).
A estas personas no se les podía ver en una clínica porque allí no se podía observar un trastorno que, aunque de origen orgánico, se expresa en impulso, imitación, personificación, reacción, interacción, llevados a un extremo y a un grado casi increíbles; la clínica es adecuada para una neurología sistemática y científica, reducida a tareas y pruebas fijadas. Se les tiene que observar en la calle.
La «neurología de la calle» tiene antecedentes respetables. En la calle fue donde James Parkinson descubrió la enfermedad que ahora lleva su apellido, ésta se debe de observar en la calle.
Al tratar a Ray, el Dr. Sacks veía a mucha gente por las calles de Nueva York, gente que padecía lo mismo que Ray. Pronto recordó a una viejecilla que parecía ser el centro de un alboroto, esta anciana tenía unas convulsiones increíbles. El Dr. Sacks se acercó, aquella anciana estaba imitando a todos los transeúntes, captaba a todas las personas y las caricaturizaba, adoptaba y asimilaba las características y las remedaba. Aquella mujer que imitaba a todos los que pasaban por la calle perdía su yo, se convertía en nadie. La anciana se fue a una calle donde apenas pasaba gente y allí vomitó las identidades engullidas de las últimas cincuenta personas que le habían poseído en tan solo diez segundos, al Dr. Sacks le sorprendió bastante, nunca había vivido algo parecido y este hecho le fue de gran ayuda.
Una persona que padece tourettismo percibe su desdicha con una agudeza aplastante y quizás irónica, aunque puede que sea incapaz de hacer algo al respecto, a esta persona la arrastra el impulso extravagante, se ve arrastrado a una situación ambigua con su trastorno.
El ego de una persona que padece Tourette se halla sometido a un bombardeo que dura toda la vida por no tener un yo. Se ve seducido, asaltado, por impulsos que vienen de dentro y de fuera, estos impulsos son orgánicos, convulsiones, pseudopersonales y seductores. Aunque esa persona logre mantenerse completa y soberana, aunque se vea arrebatada, poseída y desposeída por todos los impulsos y las necesidades primordiales, tiene una presión fisiológica, existencial, casi teológica, que pesa sobre el alma de la víctima del tourettismo.
Para Hume la identidad personal es una ficción: no existimos, no somos más que una sucesión de sensaciones o percepciones, esto no se cumple en una persona normal porque éste posee sus propias percepciones pero si es aplicable a un ser tan inestable como el que padece supertourettismo, cuya vida es una sucesión de movimientos y percepciones convulsivos o imprevisibles, una agitación fantasmagórica sin centro ni sentido alguno. En ese aspecto el paciente del síndrome de Tourette es un ser «humeano» más que humano, es decir, un ser insensato, absurdo que es lo que significa humeano.
La víctima del supertourettismo se ve obligada a luchar para sobrevivir…para convertirse en un individuo, y sobrevivir como tal, frente a un impulso constante. En la mayoría de los casos la víctima lo consigue… pues la capacidad de supervivencia, la voluntad de sobrevivir es la más fuerte de nuestro yo. La salud, la salud militante, es la que finalmente triunfa.

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