Donald mató a su novia estando bajo la influencia del PCP. No tenía
ningún recuerdo del hecho. Los detalles del asesinato, expuestos en el
informe forense, fueron ocultados al público y al propio Donald. No
queda ningún recuerdo y puede que no hubiese ninguna intención de
violencia, a los que los cometen no se les considera ni responsables ni
culpables pero no por ello comprometen menos su propia seguridad y la
ajena.
Estuvo cuatro años en un hospital psiquiátrico, tenía
dudas de si era delincuente o loco, él decía, con tristeza, que no
estaba en condiciones de vivir en sociedad. Le interesaban las plantas
desde siempre, por tanto, se hizo cargo de un terreno olvidado y
desatendido y creó jardines de flores, de plantas aromáticas y de todo
tipo. Con ello, perecía que había encontrado una especie de austero
equilibrio. Las relaciones humanas y las pasiones humanas habían sido
reemplazadas por una calma extraña. Tras cinco años empezó a salir bajo
palabra, se compró una bici, por la cual precipitó el segundo acto de su
extraña historia.
Bajaba pedaleando por una cuesta bastante
inclinada, cuando surgió un coche mal conducido, en dirección contraria;
Donald intentó desviarse para evitar el golpe, pero perdió el control y
acabó precipitándose violentamente, de cabeza, contra el firme de la
carretera.
Sufrió una grave herida en la cabeza y contusión
grave en ambos lóbulos frontales, entró en coma, hemipléjico, y así
permaneció durante dos semanas, luego empezó a recuperarse y empezaron
las “pesadillas”. El regreso de la conciencia vino acompañado de una
vorágine y una agitación desagradables, al aclararse la conciencia, se
aclaró con ella un recuerdo que ahora resultaba terrible. El asesinato,
antes perdido para la memoria, se alcanzaba ahora ante él con gran
intensidad, Donald veía continuamente el asesinato. Se trataba de
“reminiscencia” auténtica e incontrolable, ahora conocía los detalles
del asesinato revelados por el informe pero que no se habían revelado en
el juicio ni tampoco a él. Todo lo perdido u olvidado era recuperado e
insoportable. Donald intentó suicidarse tres veces. Los recuerdos tenían
una carga psicótica, provocaban en Donald ideas continuas de suicidio.
Ninguno de los médicos había oído o leído nada parecido hasta entonces.
Él no era impulsivo, grosero e indiscriminado pero los recuerdos y los
sentimientos del asesinato lo obsesionaban y lo atormentaban. Con los
electroencefalogramas se comprobó que tenía una agitación incesante, una
epilepia profunda, en ambos lóbulos temporales. La mayoría de las
experiencias o reminiscencias que describía Penfield eran de un tipo más
bien pasivo. Ninguno de los médicos habían tenido noticias de un
paciente que reexperimentase un hecho, y esto era al parecer lo que le
pasaba a Donald. No se llegó a una decisión clara.
Con el paso del tiempo, las funciones del lóbulo frontal son ya casi
normales, los nuevos anticonvulsivos han permitido un control de la agitación del lóbulo temporal.
Donald
ha vuelto a la jardinería, siente paz trabajando en el jardín, allí no
surgen conflictos porque las plantas no tienen ego, no pueden herir sus
sentimientos. La terapia definitiva de Freíd es trabajo y amor. Donald
no ha olvidado nada del asesinato pero ya no está obsesionado, ha
alcanzado un equilibrio fisiológico y moral.
No hay comentarios:
Publicar un comentario