Bhagawhandi P., una muchacha india de diecinueve años, tiene un tumor
(un astrocitoma) maligno en el cerebro. El tumor se había manifestado
cuando tenía siete años pero era de escasa malignidad y estaba bien
delimitado, eso permitió una resección y una recuperación completa y que
Bhagawhandi hiciese vida normal.
Esta tregua duró diez años, ella sabía que tenía una “bomba de tiempo” en la cabeza.
El
tumor volvió a aparecer a los dieciocho años pero más expansivo y más
maligno. No era posible extirparlo. Se efectuó una descompresión para
permitir que se expandiera, ingresó en la clínica con debilidad y
parálisis del lado izquierdo, con ataques esporádicos y otros problemas.
Ella parecía aceptar el destino que le esperaba, aún así quería
relacionarse, disfrutar y experimentar mientras pudiese. El tumor iba
creciendo y avanzando hacia el lóbulo temporal; le administraron
esteroides para reducir el edema cerebral, los ataques se hicieron más
frecuentes y más extraños.
Los primero ataques habían sido convulsiones de grand mal;
los nuevos tenían un carácter diferente, no perdía la conciencia, sino
que parecía como “ensoñando”, había pasado a tener ataques del lóbulo
frontal frecuentes, que se caracterizaban por “estados de ensoñación” y
“reminiscencia” involuntaria.
Esta ensoñación adquirió un
carácter más definido, más concreto y más visionario; adquirió la forma
de visiones de la India, eran lugares en los que la muchacha había
estado y había amado de niña. El Dr. Sacks le preguntó que si le
molestaban esos “sueños” y ella contestó que no, que era como volver a
su país, a su casa.
En un principio parecían ataques del lóbulo
frontal, pero luego lo dudaron porque esos ataques suelen tener un
formato bastante fijado (una sola escena o canción que se repite), en
cambio, los sueños de Bhagawhandi no tenían ese carácter fijo,
desplegaban panoramas en cambio constante y paisajes que se disolvían
ante sus ojos. ¿Estaba Bhagawhandi intoxicada y alucinaba debido a las
enormes dosis de esteroides que estaba recibiendo? parecía posible pero
no le podían reducir la dosis porque sino moriría en cuestión de días.
Una
“psicosis de esteroides” suele ser desorganizada y agitada, mientras
que Bhagawhandi estaba siempre lúcida, tranquila y serena. Había una
especie de fantasmagoría, los fantasmas eran recuerdos. Se producían con
conciencia y juicio normales, no estaban “hipercateterizados” o
cargados de impulsos apasionados.
Los sueños, las visiones, se
hicieron más frecuentes, más profundos. Ocupaban la mayor parte del día,
la veían arrebatada pero siempre con una sonrisa dulce y misteriosa. Si
alguien le preguntaba algo, ella respondía inmediatamente, con lucidez y
cortesía, pero las enfermeras de allí tenían la sensación de que estaba
en otro mundo. El Dr. Sacks también opinaba lo mismo, pero no quería
indagar aunque sentía mucha curiosidad.
Una vez el Dr. Sacks le preguntó:
«¿qué pasa, Bhagawhandi?»
Y ella le dijo:
«me estoy muriendo. Me voy a casa. Regreso al lugar del que vine…sí, podríamos decir que es mi regreso».
Pasó
una semana y dejó de reaccionar a los estímulos externos, parecía
completamente encerrada en un mundo propio y aún seguía presente en su
rostro aquella sonrisa serena y feliz.
El personal decía que
estaba haciendo su viaje de regreso y que pronto llegaría. A los tres
días Bhagawhandi murió, o mejor dicho llegó, después de completar su
viaje a la India.
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