A la señora O'C., un poco sorda pero con lo demás en perfecto estado,
una noche le pasó algo muy extraño, en enero de 1979, soñó clara y
nostálgicamente con su infancia en Irlanda, con las canciones que allí
cantaban y con la música que bailaban, cuando despertó seguí escuchando
la música y creyó que alguien se había dejado alguna radio encendida
pero después de comprobar todas las radios se dio cuenta de que no había
ninguna encendida, después pensó que eran los empastes porque había
oído rumores de que los empastes emitían sonidos, se quejó a la
enfermera y ésta le dijo que a sus empastes no les pasaba nada, más
tarde pensó que qué radio iba a poner las canciones que a ella le
gustaban y nada más y se preguntó si la radio estaría en su cabeza.
Estaba desconcertada, su última esperanza era su ENT, el otólogo, así
que aquella mañana fue a visitarle y él le dijo que no eran los oídos y
que quizás debería de ir al psiquiatra, la señora O'C. fue y éste la
mandó al neurólogo, a ver a Sacks.
Cuando le visitó, la
conversación no fue fácil porque la música apenas le dejaba escuchar lo
que decía el doctor, sólo le podía oír cuando sonaban las más débiles.
El Dr. Sacks no pudo localizar ningún problema neurológico, pero
sospechaba que la música era «neurológica». El Dr. Sacks se preguntaba
qué podría haberle sucedido a la señora O'C. para llegar a aquella
situación, ella tenía ochenta y ocho años, buena salud, y no le
administraban ningún medicamento, y el día anterior estaba normal.
La
señora O'C. le preguntó si era algún ataque y él le dijo que podría ser
pero que no corría peligro y que mantenga la calma, a lo que ella
contestó que no era fácil cuando tenía en su cabeza un océano de
sonidos.
El Dr. Sacks quiso hacer un electroencefalograma para
prestar atención a los lóbulos temporales del cerebro, todavía no podía
hacerlo, en el periodo de espera se atenuó la música, disminuyó de
intensidad, y era menos persistente. Cuando puede hacer el
electroencefalograma sólo oía fragmentos breves y esporádicos. Le
instalaron y le aplicaron los electrodos en la cabeza y el Dr. Sacks le
pidió que levantase el dedo índice de la mano derecha cada vez que la
oyese. En dos horas levantó el dedo tres veces y cada vez que lo hacía
las plumas del electroencefalograma resonaban y transcribían picos y
olas agudas en los lóbulos temporales del cerebro. Esto confirmó que
tenía ataques, los cuales son la base invariable de la «reminiscencia» y
de las alucinaciones experimentales. El doctor realizó una exploración
cerebral y mostró que había tenido una pequeña trombosis o infartación
en una parte del lóbulo temporal derecho, las canciones eran
consecuencia de un ataque y lo mismo que remitió éste, «remitieron» las
canciones. A mediados de abril habían desaparecido y el Dr. Sacks le
preguntó que qué pensaba de todo esto y si echaba de menos las
canciones, ella dijo que era un gran alivio pero que sí que las echaba
de menos porque
ahora no era capaz de recordarlas y aquello era
como haber vuelto a su infancia. El término que el Dr. Sacks utilizaba
para esto era «nostalgia incontinente». El Dr. Sacks no trató ningún
caso similar hasta junio del año pasado en que examinó a la señora O'M.
que había estado ingresada en las misma institución, tenía
ochentaitantos años, estaba un poco sorda, era inteligente y despierta.
Oía música dentro de la cabeza y a veces un zumbido, también voces que
hablaban aunque no entendía lo que decían. Todo comenzó un día que
estaba ella en la cocina y empezó a escuchar una canción pensó lo mismo
que la señora O'C. que se habían dejado una radio encendida, los miró
todos y observó que estaban apagados; esto sucedió en 1979 pero la
música continúa hasta cuatro años después, la señora O'M. tenía la
preocupación de si estaba loca, pero la monja le contó que ya había
pasado antes y se tranquilizó, y todavía más después de hablar con el
Dr. Sacks.
Al principio sólo oía tres canciones, el Dr. Sacks le
preguntó si esas canciones le gustaban o tenían algún significado, ella
contestó que no, que no le gustaban y que no tenían ningún significado,
hasta llegó a odiarlas. Después la música se hizo compleja y variada.
La señora O'M. tenía una cierta sordera en el oído interno, dificultad
para percibir y distinguir los tonos, los neurólogos lo denominan amusia,
que está correlacionada con una deficiencia de función en los lóbulos
auditivos (o temporales) del cerebro. Comentó que su música interior era
más vivida cuando se despertaba y menos cuando se acumulaban otras
impresiones sensoriales. Le hicieron un electroencefalograma que indicó
excitabilidad y un voltaje elevado en ambos lóbulos temporales. Cuando
la señora O'M. oía algo, las hondas de alto voltaje se hacían agudas,
como picos, y convulsivas, esto confirmaba que padecía una epilepsia
musical asociada con un trastorno de los lóbulos temporales. El Dr.
Sacks no sabía que les pasaba porque la música está llena de sentimiento
y de sentido, y la epilepsia sugiere lo contrario (sin sentimiento ni
sentido).
La señora O'M. oía y veía al Dr. Sacks con dificultad en sus alucinaciones y la señora O'C. también.
Las
alucinaciones o sueños epilépticos que sentían no son fantasía, según
demostró Penfield eran recuerdos acompañados de las emociones que
sentían en ese momento. Su carácter extraordinario y coherentemente
detallado indicó a Penfield que el cerebro mantenía un registro casi
perfecto de toda la experiencia vital y por ello podía evocarse o
provocarse siempre. La variedad de estas escenas y recuerdos convulsivos
hicieron pensar a Penfield que esta reminiscencia carecía de sentido y
que era imprevisible. A Penfield le impresionaba la frecuencia de los
ataques musicales y a menudo divertidos, en el libro nos cuenta varios
casos de pacientes como estas dos señoras. ¿Hay alguna razón por la que
canciones concretas sean «seleccionadas» por pacientes concretos?
Penfield cree que
no hay ninguna razón y que la selección
realizada no tiene ningún significado, él llega a la conclusión de que
la selección se realiza «completamente al azar, salvo que haya alguna
evidencia de condicionamiento cortical».
Muchos dicen que la
señora O'M. era propensa a tararear esas canciones inconscientemente
mucho antes de los ataques alucinatorios, esto indica que ya estaban
«seleccionadas».
Sacks comenta un artículo que salió en el New York Times
titulado « ¿Tenía Shostakovich un secreto? »; el «secreto» de
Shostakovich se decía que era la presencia de una esquirla metálica en
su cerebro, él se mostraba muy reacio a que se la quitasen, decía que
cuando inclinaba la cabeza hacía un lado podía oía música, tenía la
cabeza llena de melodías que luego componía. El Dr. Sacks le dio el
artículo a la señora O'M., su reacción fue vigorosa y clara, decía que
ella no era Shostakovich, que no podía utilizar esas canciones, que si
para él eran un don para ella era un fastidio, él no quería tratamiento y
ella sí. El Dr. Sacks le aplicó un tratamiento con anticonvulsivos y
dejó de tener convulsiones musicales. Cuenta que hace poco la volvió a
ver y le preguntó que si las echaba de menos, ella contestó que no, que
estaba mejor sin ellas.
En el caso de la señora O'C. la epilepsia
era diferente desde el principio. En las primeras 72 horas hubo un
ataque o «status» de ataque abrumador. Había una sensación abrumadora de
ser de nuevo una niña, en su hogar, en los brazos y en la presencia de
su madre. Puede ser que estos ataques tengan un origen filosófico y
personal al mismo tiempo. En el caso de la señora O'C. la necesidad
nostálgica era más crónica y profunda, puesto que se quedó huérfana
antes de los 5 años, la llevaron a América a vivir con su tía (una
señora soltera y muy odiosa), la señora O'C. no tenía ningún recuerdo de
su infancia. Había intentado muchas veces recuperar los recuerdos
perdidos y olvidados pero no lo había conseguido, ahora los recuperaba
gracias al trastorno cerebral, decía que era como abrir una puerta…una
puerta que había permanecido cerrada toda su vida.
Esther Salaman dice que todos somos «exiliados de nuestro pasado» y como tales necesitamos recuperarlo.
A
diferencia de la señora O'M., a quien los ataques le resultaban
agotadores y tediosos, a la señora O'V. le perecían un alivio para el
espíritu. Le proporcionaban el sentido elemental que ella había perdido
(haber tenido hogar, haber sido mimada, amada y cuidada). La señora O'C.
rechazó los anticonvulsivos, decía que necesitaba esos recuerdos, que
siguiesen… aunque fuesen a acabar muy pronto. Ella conocía en sus
ataques, una felicidad extraordinaria, sentía su enfermedad como salud,
como curación. Cuando su enfermedad mejoró decía que ya se habían
cerrado las puertas, que estaba perdiendo esos recuerdos otra vez. En
su caso la «reminiscencia» epiléptica se centró en algo inconsciente, en
experiencias
desvanecidas o desterradas de la conciencia, y las restauró, sacándolas
a la conciencia y al recuerdo pleno. Aunque la puerta se cerró, la
experiencia en sí no se olvidó. Ella la apreció como una experiencia
significativa y salutífera, decía que se alegraba de que sucediese, que
había sido la experiencia más saludable y feliz de su vida. Los ataques
de la señora O'C. aportaron un centro a una vida que carecía de él, le
devolvieron la infancia que había perdido…y con ella una serenidad no
experimentada hasta entonces y que persistió el resto de su vida.
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