viernes, 1 de marzo de 2013

Capitulo 15: reminiscencia

A la señora O'C., un poco sorda pero con lo demás en perfecto estado, una noche le pasó algo muy extraño, en enero de 1979, soñó clara y nostálgicamente con su infancia en Irlanda, con las canciones que allí cantaban y con la música que bailaban, cuando despertó seguí escuchando la música y creyó que alguien se había dejado alguna radio encendida pero después de comprobar todas las radios se dio cuenta de que no había ninguna encendida, después pensó que eran los empastes porque había oído rumores de que los empastes emitían sonidos, se quejó a la enfermera y ésta le dijo que a sus empastes no les pasaba nada, más tarde pensó que qué radio iba a poner las canciones que a ella le gustaban y nada más y se preguntó si la radio estaría en su cabeza. Estaba desconcertada, su última esperanza era su ENT, el otólogo, así que aquella mañana fue a visitarle y él le dijo que no eran los oídos y que quizás debería de ir al psiquiatra, la señora O'C. fue y éste la mandó al neurólogo, a ver a Sacks.
Cuando le visitó, la conversación no fue fácil porque la música apenas le dejaba escuchar lo que decía el doctor, sólo le podía oír cuando sonaban las más débiles. El Dr. Sacks no pudo localizar ningún problema neurológico, pero sospechaba que la música era «neurológica». El Dr. Sacks se preguntaba qué podría haberle sucedido a la señora O'C. para llegar a aquella situación, ella tenía ochenta y ocho años, buena salud, y no le administraban ningún medicamento, y el día anterior estaba normal.
La señora O'C. le preguntó si era algún ataque y él le dijo que podría ser pero que no corría peligro y que mantenga la calma, a lo que ella contestó que no era fácil cuando tenía en su cabeza un océano de sonidos.
El Dr. Sacks quiso hacer un electroencefalograma para prestar atención a los lóbulos temporales del cerebro, todavía no podía hacerlo, en el periodo de espera se atenuó la música, disminuyó de intensidad, y era menos persistente. Cuando puede hacer el electroencefalograma sólo oía fragmentos breves y esporádicos. Le instalaron y le aplicaron los electrodos en la cabeza y el Dr. Sacks le pidió que levantase el dedo índice de la mano derecha cada vez que la oyese. En dos horas levantó el dedo tres veces y cada vez que lo hacía las plumas del electroencefalograma resonaban y transcribían picos y olas agudas en los lóbulos temporales del cerebro. Esto confirmó que tenía ataques, los cuales son la base invariable de la «reminiscencia» y de las alucinaciones experimentales. El doctor realizó una exploración cerebral y mostró que había tenido una pequeña trombosis o infartación en una parte del lóbulo temporal derecho, las canciones eran consecuencia de un ataque y lo mismo que remitió éste, «remitieron» las canciones. A mediados de abril habían desaparecido y el Dr. Sacks le preguntó que qué pensaba de todo esto y si echaba de menos las canciones, ella dijo que era un gran alivio pero que sí que las echaba de menos porque
ahora no era capaz de recordarlas y aquello era como haber vuelto a su infancia. El término que el Dr. Sacks utilizaba para esto era «nostalgia incontinente». El Dr. Sacks no trató ningún caso similar hasta junio del año pasado en que examinó a la señora O'M. que había estado ingresada en las misma institución, tenía ochentaitantos años, estaba un poco sorda, era inteligente y despierta. Oía música dentro de la cabeza y a veces un zumbido, también voces que hablaban aunque no entendía lo que decían. Todo comenzó un día que estaba ella en la cocina y empezó a escuchar una canción pensó lo mismo que la señora O'C. que se habían dejado una radio encendida, los miró todos y observó que estaban apagados; esto sucedió en 1979 pero la música continúa hasta cuatro años después, la señora O'M. tenía la preocupación de si estaba loca, pero la monja le contó que ya había pasado antes y se tranquilizó, y todavía más después de hablar con el Dr. Sacks.
Al principio sólo oía tres canciones, el Dr. Sacks le preguntó si esas canciones le gustaban o tenían algún significado, ella contestó que no, que no le gustaban y que no tenían ningún significado, hasta llegó a odiarlas. Después la música se hizo compleja y variada. La señora O'M. tenía una cierta sordera en el oído interno, dificultad para percibir y distinguir los tonos, los neurólogos lo denominan amusia, que está correlacionada con una deficiencia de función en los lóbulos auditivos (o temporales) del cerebro. Comentó que su música interior era más vivida cuando se despertaba y menos cuando se acumulaban otras impresiones sensoriales. Le hicieron un electroencefalograma que indicó excitabilidad y un voltaje elevado en ambos lóbulos temporales. Cuando la señora O'M. oía algo, las hondas de alto voltaje se hacían agudas, como picos, y convulsivas, esto confirmaba que padecía una epilepsia musical asociada con un trastorno de los lóbulos temporales. El Dr. Sacks no sabía que les pasaba porque la música está llena de sentimiento y de sentido, y la epilepsia sugiere lo contrario (sin sentimiento ni sentido).
La señora O'M. oía y veía al Dr. Sacks con dificultad en sus alucinaciones y la señora O'C. también.
Las alucinaciones o sueños epilépticos que sentían no son fantasía, según demostró Penfield eran recuerdos acompañados de las emociones que sentían en ese momento. Su carácter extraordinario y coherentemente detallado indicó a Penfield que el cerebro mantenía un registro casi perfecto de toda la experiencia vital y por ello podía evocarse o provocarse siempre. La variedad de estas escenas y recuerdos convulsivos hicieron pensar a Penfield que esta reminiscencia carecía de sentido y que era imprevisible. A Penfield le impresionaba la frecuencia de los ataques musicales y a menudo divertidos, en el libro nos cuenta varios casos de pacientes como estas dos señoras. ¿Hay alguna razón por la que canciones concretas sean «seleccionadas» por pacientes concretos? Penfield cree que
no hay ninguna razón y que la selección realizada no tiene ningún significado, él llega a la conclusión de que la selección se realiza «completamente al azar, salvo que haya alguna evidencia de condicionamiento cortical».
Muchos dicen que la señora O'M. era propensa a tararear esas canciones inconscientemente mucho antes de los ataques alucinatorios, esto indica que ya estaban «seleccionadas».
Sacks comenta un artículo que salió en el New York Times titulado « ¿Tenía Shostakovich un secreto? »; el «secreto» de Shostakovich se decía que era la presencia de una esquirla metálica en su cerebro, él se mostraba muy reacio a que se la quitasen, decía que cuando inclinaba la cabeza hacía un lado podía oía música, tenía la cabeza llena de melodías que luego componía. El Dr. Sacks le dio el artículo a la señora O'M., su reacción fue vigorosa y clara, decía que ella no era Shostakovich, que no podía utilizar esas canciones, que si para él eran un don para ella era un fastidio, él no quería tratamiento y ella sí. El Dr. Sacks le aplicó un tratamiento con anticonvulsivos y dejó de tener convulsiones musicales. Cuenta que hace poco la volvió a ver y le preguntó que si las echaba de menos, ella contestó que no, que estaba mejor sin ellas.
En el caso de la señora O'C. la epilepsia era diferente desde el principio. En las primeras 72 horas hubo un ataque o «status» de ataque abrumador. Había una sensación abrumadora de ser de nuevo una niña, en su hogar, en los brazos y en la presencia de su madre. Puede ser que estos ataques tengan un origen filosófico y personal al mismo tiempo. En el caso de la señora O'C. la necesidad nostálgica era más crónica y profunda, puesto que se quedó huérfana antes de los 5 años, la llevaron a América a vivir con su tía (una señora soltera y muy odiosa), la señora O'C. no tenía ningún recuerdo de su infancia. Había intentado muchas veces recuperar los recuerdos perdidos y olvidados pero no lo había conseguido, ahora los recuperaba gracias al trastorno cerebral, decía que era como abrir una puerta…una puerta que había permanecido cerrada toda su vida.
Esther Salaman dice que todos somos «exiliados de nuestro pasado» y como tales necesitamos recuperarlo.
A diferencia de la señora O'M., a quien los ataques le resultaban agotadores y tediosos, a la señora O'V. le perecían un alivio para el espíritu. Le proporcionaban el sentido elemental que ella había perdido (haber tenido hogar, haber sido mimada, amada y cuidada). La señora O'C. rechazó los anticonvulsivos, decía que necesitaba esos recuerdos, que siguiesen… aunque fuesen a acabar muy pronto. Ella conocía en sus ataques, una felicidad extraordinaria, sentía su enfermedad como salud, como curación. Cuando su enfermedad mejoró decía que ya se habían cerrado las puertas, que estaba perdiendo esos recuerdos otra vez. En su caso la «reminiscencia» epiléptica se centró en algo inconsciente, en
experiencias desvanecidas o desterradas de la conciencia, y las restauró, sacándolas a la conciencia y al recuerdo pleno. Aunque la puerta se cerró, la experiencia en sí no se olvidó. Ella la apreció como una experiencia significativa y salutífera, decía que se alegraba de que sucediese, que había sido la experiencia más saludable y feliz de su vida. Los ataques de la señora O'C. aportaron un centro a una vida que carecía de él, le devolvieron la infancia que había perdido…y con ella una serenidad no experimentada hasta entonces y que persistió el resto de su vida.

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