Stephen D. un chico de veintidós años que estudia medicina y consume
drogas, un día soñó que era un perro y que estaba en un mundo
increíblemente rico y significativo en olores. Al despertar, se encontró
en un mundo así, con esas cualidades, él decía que era como si hasta
ahora hubiese estado ciego a todos los colores y ahora se encontraba en
un mundo lleno de color, se había potenciado la visión cromática y
también la percepción visual eidética y de la memoria. Pero lo que
realmente se había transformado en este nuevo mundo fue la exaltación
del olfato, Stephen contó que él había soñado que era un perro y que
cuando despertó se encontró en un mundo infinitamente fragante, también
dijo que entró en una tienda de perfumes y que cada uno le parecía
único, evocador, en definitiva, cada perfume era un mundo. Stephen podía
distinguir a todas sus amistades y a los pacientes por su fragancia,
por su olor; entraban en la clínica, olfateaba como los perros y podía
identificar a los veinte pacientes que había allí. Podía oler las
emociones de los demás, identificar las calles, las tiendas, y todo ello
por el olor. Experimentaba un impulso de olerlo y tocarlo todo y eso a
los testigos les parecía impropio. El pensamiento, la abstracción y la
categorización pasaron a resultarle difíciles e irreales, dada la
inmediatez perentoria de cada experiencia.
Después de tres
semanas, cesó esa extraña transformación, sus sentido volvieron a la
normalidad, Stephen se alegraba de haber vuelto pero también decía que
era una pérdida tremenda, ahora ve a lo que los seres humanos hemos
renunciado por ser civilizados y humanos, dice que necesitamos lo
“primitivo”, a veces, siente nostalgia por aquel mundo de olor, aquel
mundo fragante, tan vívido, tan real, dice que era como una visita a
otro mundo, a un mundo de percepción pura, rico, vivo, autosuficiente,
pleno, quiere volver de vez en cuando.
Freíd escribió que el
sentido del olfato del hombre era una “baja”, algo reprimido en el
desarrollo y la civilización. Lo que el Dr. Sacks constata es la
universalidad de la inhibición, incluso a nivel perceptivo más
elemental: la necesidad de inhibir lo que Head consideraba primordial y
lleno de tono-sentimiento, y que llamaba “protopático”. Head dice que
quizás deberíamos de ser hombres y no perros, en cambio la experiencia
de Stephen D. recuerda al Sr. Sacks el poema de “el canto de Quoodle”
que es que a veces necesitamos ser perros y no hombres.
MUY BUEN CAPITULO
ResponderEliminarEXCELENTE! MUY ÚTIL PARA MI TAREA :)
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