viernes, 15 de marzo de 2013

Capitulo 21: Rebeca

Rebeca, una chica de diecinueve años, según su abuela sigue siendo una niña en algunos sentidos, ella no es capaz de dar una vuelta a la manzana, de abrir una puerta con la llave, a veces se pone mal la ropa, en fin, no parece tener ningún sentido del espacio, se mostraba torpe y mal coordinada en todo sus movimientos, en el uniforme que le hicieron decía que era una “subnormal motriz”, pero cuando Rebeca bailaba desaparecía toda esa torpeza.
Rebeca tenía una fisura palatina parcial, los dedos cortos y gruesos, y una miopía degenerativa grave, era muy tímida y retraída, ella tenía la sensación de tener una imagen ridícula. Sentía un profundo amor hacia su abuela, le gustaba la naturaleza, los cuentos, los relatos y la poesía aunque no sabía leer, pero su abuela se los leía ya que a ella le encantaba leer. Su abuela decía que Rebeca tiene hambre de cuentos y relatos. La naturaleza es hermosa pero muda, por ello, Rebeca necesitaba que le re-presentasen el mundo en imágenes verbales, en lenguaje. No tiene dificultad para seguir las metáforas y los símbolos. El lenguaje del sentimiento, de lo concreto, de la imagen y el símbolo forma un mundo que ella ama y en el que puede entrar. Rebeca es una especie de poeta natural, que utiliza metáforas, comparaciones, símiles sorprendentes y de forma natural. Todo esto le encanta. Era una “retrasada” con una capacidad poética inesperada y conmovedora. Superficialmente era una masa de deficiencias e incapacidades (ella misma tenía la sensación de ser una lisiada mental; en otro nivel, algo más profundo, no había ningún sentimiento de deficiencia o incapacidad, sino una sensación de calma y plenitud. Rebeca intelectualmente se sentía lisiada pero espiritualmente se sentía un ser plano y completo.
La primera vez que la vio el Dr. Sacks podía determinar y analizar en ella una multitud de apraxias y agnosias, una masa de defectos, deficiencias sensoriomotrices, limitaciones de conceptos y esquemas intelectuales similares a los de un niño de ocho años.
Otra vez, la vio sentada en un banco mientras él paseaba, Rebeca contemplaba tranquilamente el follaje abrileño, con mucha satisfacción, al Dr. Sacks le recordó a una joven heroína de Chejov. Rebeca podría haber sido una joven cualquiera disfrutando del paisaje, ésta era la visión que tenía el Dr. Sacks como persona, no como neurólogo.
Cuando el Dr. Sacks se acercó, ella le dijo: “primavera”, “nacimiento”, “crecimiento”, “animación”, “brotar a la vida”, “estaciones”, “todo tiene su tiempo” y pronto el Dr. Sacks pensó en un Eclesiastés: “para todo hay una estación, y una época para cada objetivo bajo el cielo. Una época para nacer y una época para morir; una época para plantar y una época…”. En esta frase se unían, chocaban y se fundían las dos visiones que tenía el Dr. Sacks de Rebeca. Ella se había desenvuelto mal en la prueba pero ahora estaba “integrada” y equilibrada. Las pruebas no habían dado ningún indicio de las capacidades positivas de Rebeca, de su aptitud para percibir el mundo real, de su mundo interior que era integrado y coherente y no un problema o una tarea.
Rebeca era completa y estaba intacta como ser “narrativo” y eso era muy importante porque permitía ver su potencial y también a ella de un modo distinto al impuesto por la forma esquemática. En noviembre, falleció su abuela y la luz y la alegría que Rebeca tenía en abril pasaron a ser oscuridad y aflicción, estaba destrozada pero se comportaba con dignidad. El Dr. Sacks la visitó y ella le recibió gran dignidad pero paralizada por el dolor. Su expresión oral volvía a ser espasmódica; dijo: “lloro por mí, no por ella”, “la abuelita está perfectamente. Se ha ido a su Casa Grande”, “tengo mucho frío”, “no está fuera, el invierno está dentro. Frío como muerte”, “ella era parte de mí. Parte de mí murió con ella”. A la media hora se desbloqueó y recuperó parte de su calor y su animación y entonces dijo: “es invierno. Me siento muerta. Pero sé que vendrá de nuevo la primavera” la casa estaba vacía pero pronto se fue a vivir con ella una tía abuela suya. El Dr. Sacks la recuerda en el lúgubre cementerio de Queens, rezando el Qaddish ante la tumba de su abuela (las oraciones y los relatos bíblicos la habían atraído siempre y en el Qaddish hallaba las únicas palabras adecuadas de aflicción y consuelo).
Rebeca se vio obligada a participar en unos talleres y clases. Dicha campaña fue ineficaz en el caso de Rebeca porque los neurólogos se interesaban demasiado por la “defectología” y muy poco en la “narratología”. Rebeca mostraba claramente las dos formas de pensamiento y de inteligencia totalmente distintas, la “paradigmática” y la “narrativa”.
En Rebeca las facultades emotivas, narrativas y simbólicas pueden desplegarse vigorosa y exuberantemente, y pueden producir una especie de poetisa natural; mientras que las potencias paradigmáticas o conceptuales, manifiestamente débiles, se desarrollan muy lenta y laboriosamente. Rebeca comprendía esto perfectamente. Cuando murió su abuela adoptó una actitud clara y terminante, no quería más clases ni más talleres porque no le servían para integrarse. Después clavó la mirada en la alfombra y dijo “yo soy como una especie de alfombra viva. Necesito una pauta, un dibujo, como el que hay en esa alfombra. Me derrumbo, me descompongo, si no hay un dibujo”, Rebeca con su falta de estructura esquemática (la urdimbre y la trama, el tejido de la alfombra), podría descomponerse realmente sin un dibujo (la estructura escénica o narrativa de la alfombra).
Rebeca dijo que a ella lo que le gustaba era el teatro así que el Dr. Sacks la sacó de donde estaba y la metió en un grupo de teatro especial, éste le encantó consiguió integrarla.
Ahora Rebeca se convertía, con cada papel, en una persona completa, equilibrada, desenvuelta, con estilo, si una persona viese ahora a Rebeca en el escenario no llegaría nunca a imaginar que se trata de una deficiente mental.

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