Rebeca, una chica de diecinueve años, según su abuela sigue siendo
una niña en algunos sentidos, ella no es capaz de dar una vuelta a la
manzana, de abrir una puerta con la llave, a veces se pone mal la ropa,
en fin, no parece tener ningún sentido del espacio, se mostraba torpe y
mal coordinada en todo sus movimientos, en el uniforme que le hicieron
decía que era una “subnormal motriz”, pero cuando Rebeca bailaba
desaparecía toda esa torpeza.
Rebeca tenía una fisura palatina
parcial, los dedos cortos y gruesos, y una miopía degenerativa grave,
era muy tímida y retraída, ella tenía la sensación de tener una imagen
ridícula. Sentía un profundo amor hacia su abuela, le gustaba la
naturaleza, los cuentos, los relatos y la poesía aunque no sabía leer,
pero su abuela se los leía ya que a ella le encantaba leer. Su abuela
decía que Rebeca tiene hambre de cuentos y relatos. La naturaleza es
hermosa pero muda, por ello, Rebeca necesitaba que le re-presentasen el
mundo en imágenes verbales, en lenguaje. No tiene dificultad para seguir
las metáforas y los símbolos. El lenguaje del sentimiento, de lo
concreto, de la imagen y el símbolo forma un mundo que ella ama y en el
que puede entrar. Rebeca es una especie de poeta natural, que utiliza
metáforas, comparaciones, símiles sorprendentes y de forma natural. Todo
esto le encanta. Era una “retrasada” con una capacidad poética
inesperada y conmovedora. Superficialmente era una masa de deficiencias e
incapacidades (ella misma tenía la sensación de ser una lisiada mental;
en otro nivel, algo más profundo, no había ningún sentimiento de
deficiencia o incapacidad, sino una sensación de calma y plenitud.
Rebeca intelectualmente se sentía lisiada pero espiritualmente se sentía
un ser plano y completo.
La primera vez que la vio el Dr. Sacks
podía determinar y analizar en ella una multitud de apraxias y agnosias,
una masa de defectos, deficiencias sensoriomotrices, limitaciones de
conceptos y esquemas intelectuales similares a los de un niño de ocho
años.
Otra vez, la vio sentada en un banco mientras él paseaba,
Rebeca contemplaba tranquilamente el follaje abrileño, con mucha
satisfacción, al Dr. Sacks le recordó a una joven heroína de Chejov.
Rebeca podría haber sido una joven cualquiera disfrutando del paisaje,
ésta era la visión que tenía el Dr. Sacks como persona, no como
neurólogo.
Cuando el Dr. Sacks se acercó, ella le dijo:
“primavera”, “nacimiento”, “crecimiento”, “animación”, “brotar a la
vida”, “estaciones”, “todo tiene su tiempo” y pronto el Dr. Sacks pensó
en un Eclesiastés: “para todo hay una estación, y una época para cada
objetivo bajo el cielo. Una época para nacer y una época para morir; una
época para plantar y una época…”. En esta frase se unían, chocaban y se
fundían las dos visiones que tenía el Dr. Sacks de Rebeca. Ella se
había desenvuelto mal en la prueba pero ahora estaba “integrada” y
equilibrada. Las pruebas no habían dado ningún indicio de las
capacidades positivas de Rebeca, de su aptitud para percibir el mundo
real, de su mundo interior que era integrado y coherente y no un
problema o una tarea.
Rebeca era completa y estaba intacta como
ser “narrativo” y eso era muy importante porque permitía ver su
potencial y también a ella de un modo distinto al impuesto por la forma
esquemática. En noviembre, falleció su abuela y la luz y la alegría que
Rebeca tenía en abril pasaron a ser oscuridad y aflicción, estaba
destrozada pero se comportaba con dignidad. El Dr. Sacks la visitó y
ella le recibió gran dignidad pero paralizada por el dolor. Su expresión
oral volvía a ser espasmódica; dijo: “lloro por mí, no por ella”, “la
abuelita está perfectamente. Se ha ido a su Casa Grande”, “tengo mucho
frío”, “no está fuera, el invierno está dentro. Frío como muerte”, “ella
era parte de mí. Parte de mí murió con ella”. A la media hora se
desbloqueó y recuperó parte de su calor y su animación y entonces dijo:
“es invierno. Me siento muerta. Pero sé que vendrá de nuevo la
primavera” la casa estaba vacía pero pronto se fue a vivir con ella una
tía abuela suya. El Dr. Sacks la recuerda en el lúgubre cementerio de
Queens, rezando el Qaddish ante la tumba de su abuela (las oraciones y
los relatos bíblicos la habían atraído siempre y en el Qaddish hallaba
las únicas palabras adecuadas de aflicción y consuelo).
Rebeca
se vio obligada a participar en unos talleres y clases. Dicha campaña
fue ineficaz en el caso de Rebeca porque los neurólogos se interesaban
demasiado por la “defectología” y muy poco en la “narratología”. Rebeca
mostraba claramente las dos formas de pensamiento y de inteligencia
totalmente distintas, la “paradigmática” y la “narrativa”.
En
Rebeca las facultades emotivas, narrativas y simbólicas pueden
desplegarse vigorosa y exuberantemente, y pueden producir una especie de
poetisa natural; mientras que las potencias paradigmáticas o
conceptuales, manifiestamente débiles, se desarrollan muy lenta y
laboriosamente. Rebeca comprendía esto perfectamente. Cuando murió su
abuela adoptó una actitud clara y terminante, no quería más clases ni
más talleres porque no le servían para integrarse. Después clavó la
mirada en la alfombra y dijo “yo soy como una especie de alfombra viva.
Necesito una pauta, un dibujo, como el que hay en esa alfombra. Me
derrumbo, me descompongo, si no hay un dibujo”, Rebeca con su falta de
estructura esquemática (la urdimbre y la trama, el tejido de la
alfombra), podría descomponerse realmente sin un dibujo (la estructura
escénica o narrativa de la alfombra).
Rebeca dijo que a ella lo
que le gustaba era el teatro así que el Dr. Sacks la sacó de donde
estaba y la metió en un grupo de teatro especial, éste le encantó
consiguió integrarla.
Ahora Rebeca se convertía, con cada papel,
en una persona completa, equilibrada, desenvuelta, con estilo, si una
persona viese ahora a Rebeca en el escenario no llegaría nunca a
imaginar que se trata de una deficiente mental.
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